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viernes, 18 de enero de 2013

Verde y agua.

-¿A dónde me llevas? -le miré de reojo sin fiarme mucho.
 Después de lo que había pasado ya no sabía que creerme, aunque la parte de él que conocía, y de la cual me enamoré seguía allí, ¿no?
 Me sonrió con una de sus sonrisas torcidas, como si tuviera un secreto mágico, pero al ver que no le devolvía la sonrisa volvió la vista al camino que se abría paso por el bosque.
 -Eres muy impaciente, espera -susurró sin dejar de andar a mi lado. De vez en cuando su mano rozaba intencionadamente la mía, como pidiéndome que se la cogiera, y cada roce suyo era un golpe más a mi persona.
 Sabía que estar lejos de él me resultaría muy difícil y me rendiría rápido.
 -Ya me conoces, la paciencia no es mi fuerte -le dije con un punto de humor, y su sonrisa me indicó que se había relajado un poco.
 -Lo sé -esta vez su mano encontró la mía con toda la confianza del mundo, como antes, y un sentimiento doloroso de nostalgia me recorrió el pecho. Aún así no aparté la mano, se la sujeté con firmeza.- Vamos.
Apremió el paso tirando de mí y le seguí ciegamente, como hacia antes, olvidándome de todo lo demás que existía a mi alrededor.
 Seguimos andando por el sendero en silencio, abriéndonos paso por el bosque hasta llegar a una especie de lago enorme. Se paró junto a la orilla sin soltar mi mano, y yo tampoco quería interrumpir el contacto de su piel con mi piel, lo que hacia que lo añorara más, que quisiera pegarme a él.

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