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viernes, 25 de diciembre de 2015

Feliz Navidad.

Allá donde estés, en este primer año después de cuatro sin ti, espero que estés pasando unas felices fiestas con tu familia y que te estés acordando, al menos, un poquito de mí.

domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Cuándo deja de doler una canción?

Lo peor del día es la hora de la ducha. Cuando estoy en silencio a solas con mis pensamientos y no puedo evitar evocar todos esos recuerdos, no puedo evitar que la ausencia caiga sobre mí como una piedra. Es entonces cuando me doy cuenta, cuando me acuerdo, que no habrá nadie cuando salga para hablar, que no había nadie antes.
Lo peor viene si me pongo música para ahogar esos pensamientos, y mi reproductor siempre se las arregla para ponerme justo esa canción, la que me recuerda a él, a algunas palabras o algunos momentos. 
La mayoría de las veces grito cantando, intentando no dejar que mi cabeza recuerde. Pero otras no soy capaz de alzar la voz contra mis pensamientos y estos llegan, y entonces es cuando empiezan a caer las lágrimas. Si no fuera por el nudo en la garganta y que me escuecen los ojos ni siquiera me daría cuenta de que hay lágrimas corriendo por mis mejillas, ya que el agua se las lleva con ella. Si no fuera por los sollozos susurrados para que nadie me escuche, y otras veces por los sollozos que grito para dejar que con ellos se vayan esos agridulces recuerdos, si no fuera por ellos, no me daría cuenta de que lloro su ausencia en cada lágrima.
Suelo levantarme con esa sensación en mi cuerpo de que he estado con él en mis sueños. Luego esa sensación sigue conmigo el resto del día, pero con todas las cosas que hago se queda en un segundo plano. Pero es a esa hora cuando se hace protagonista en mi cabeza.
A esa hora me acuerdo de todas las peleas, de los últimos momentos, esos últimos días en los que lloraba hasta quedarme dormida. Recuero también el comienzo y en cuanto deseo que no pasara. Recuerdo sus palabras bonitas, sus te quiero, sus te amo, sus buenos días ángel, o sus celos.
A estas alturas todo me parece un gran teatro, una gran película que se merece un Óscar  por la gran interpretación del protagonista. Me pregunto a estas alturas dónde acababa la realidad y dónde empezaba la mentira.
Pienso en todas esas noches en vela, en los planes de futuro que uno de los dos era consciente de que no se llevarían acabo nunca. Pienso en las mentiras, en las penas, en las discusiones y veo todo el teatro detrás de las palabras.
También pienso en mis sentimientos, esos que me arrollaron como un tren de mercancías y acabaron conmigo. Y entonces, cuando pienso en lo que sentía, en lo que siento ahora, me llamo estúpida por enamorarme de un personaje bien montado que no existe. Y me doy pena a mí misma.
Ahora solo me queda el recuerdo. Ahora solo me queda pensar en que ni siquiera he querido a alguien real, y me siento tremendamente tonta. Es un sentimiento que no puedo expresar de lo grande que es. No puedo hacer entender a nadie que es el sentimiento que me envuelve y hace que me invada la inseguridad.
Pero también me ha hecho fuerte, y me ha cambiado. He perdido la timidez, he perdido las ganas de perder el tiempo, las ganas de callarme las cosas, y lo peor, he perdido la esperanza en la gente, la esperanza en esa palabra de cuatro letras que no quiero ni nombrar. Cuando existe gente tan mala en el mundo, ¿de qué sirve pensar que existen buenas personas?
Todo esto ha sido una experiencia que me ha hecho madurar, pero que también me ha hecho perderme a mí misma y perder todo lo que tenía claro en esta vida.
Es ahora cuando me doy cuenta de que todo este cuento de hadas no ha existido, o lo que es peor, no era un cuento de hadas, sino uno de terror.
Cuando acabo salgo y me enfrento al mundo con una sonrisa rota y famosa. Pero mira dentro de mis ojos café, cariño, me destruiste.